
SILBIA LÓPEZ DE LACALLE
[Payueta, verano de 2010]
Inventario de la felicidad
Tres días sin más labor que recoger vainas verdes me impulsaron a elaborar un inventario. Dibujé todo lo que me dio tiempo sintiendo cómo el sol me freía las ideas mientras un puerro pequeño o una chimenea iban expulsando el blanco del cuaderno. Me lo planteé como un deber ineludible y no podía utilizar trucos: las sombras negras debían serlo a base de líneas, y daba lo mismo que tuviese que mantenerme en cuclillas media hora para conseguir que el escarabajo fuese lo suficientemente oscuro. No se es feliz tan a menudo y de una forma tan serena, y la lentitud era necesaria.
Pero el tiempo es implacable incluso cuando parece estar detenido y de repente era de noche, de noche otra vez y otra más, y decidí registrar todos los elementos en una lista, con un afán de completar la tarea y para aportar precisión: un inventario precisa de números, y se me antojó que era esencial que hubiera tres manzanos y no dos (y uno de ellos moribundo). Ese manzano me obligó a introducir una única excepción: casi sin hojas, se las había arreglado para madurar una preciosa manzana pequeña que necesitaba color, de modo que me la llevé y la dibujé de vuelta en la ciudad.
Un total de 37 dibujos de 11 por 16 centímetros con rotulador de 0,05 y un listado de menos de cincuenta elementos, la mayoría vivos, reciclados, hechos a mano o cubiertos con tela de cuadros escoceses.




Inventario
completo
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Una casa pequeña cerca de un río.
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Verde por todas partes (hasta siete estratos de verde en un golpe de vista).
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Tres manzanos (uno se muere. GRAN CRISIS).
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Nueve ciruelos y sus retoños.
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Una mesa donde cabe muchísima gente y que se construyó dentro de la casa para que no nos la robaran (nos lo roban todo).
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Dos sofás viejos tapizados con tela escocesa.
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Dos ventanas con cortinas de tela escocesa.
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Una butaca de tela escocesa.
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Armario y cómoda viejos con manillas barroquísimas.
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Dos camas, una de ellas con una piscina hinchable y un muñeco de feria con un gorro de bufón sobre ella.
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Montones de gorras y sombreros de paja.
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Juegos de petanca y bolos (incompletos).
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Dos carabinas, una muy cansada.
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Toallas pelín pringosas de tanta crema y sudorcillo.
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Una estufa de leña (muerte a las bombas de calor).
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Un candil (solo decorativo, siempre se nos olvida el alcohol).
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Un camping luz solo decorativo también (se nos olvidan las camisetas).
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Interruptores que no llevan a ninguna fuente energética.
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Velas y más velas.
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Una barbacoa de ladrillo con un ángulo de inclinación peligroso.
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Un grifo en la calle conectado a un depósito que ha terminado por llamarse ducha.
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Una cocina de parches de otras.
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Una chimenea.
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Una bodega donde a veces crecen setas y que está siempre fresquita.
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Un rinconcito entre los árboles donde guardar la leña.
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Ni una sola línea recta.
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Siete matas de fresas (difíciles de contar, se lían unas con otras).
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203 puerros.
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Dos perales –uno mutante: injertos de membrillo, pera blanca, peruquillo y alguna otra cosa.
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Tres manzanos (uno casi muerto) [ya lo había puesto, tendría que haber seguido un orden]
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Un guindo.
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Siete matas de pimientos (nunca salen).
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Dos montones de plantas de cacahuete largos, tres medianos y dos pequeños.
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33 matas de patata (espero cálculo correcto, muy difícil saber dónde empieza una y termina la otra).
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116 cebollas.
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Ocho calabacines.
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Dos gerberas.
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Miles de zanahorias!
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Nueve berenjenas.
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Cuatro girasoles.
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Una hilera de alubias blancas.
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Dieciséis repollos.
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Tres hileras de vainas verdes.
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Treinta y seis tomates.
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Muchísimos bichos: mariposas, moscas, mosquitos, abejas, avispas, hormigas, grillos, saltamontes, pulgones, orugas, ciempiés, escarabajos torpes e inconscientes (se empeñan en subir paredes y caen boca arriba), muchíiiiiiiisimas arañas y menos lagartijas, lagartos y pájaros de los que quisiera.
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Dos rosales.
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Montones de lirios.
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Manzanilla, hierbabuena, laurel, romero y tomillo.